Mostrando las entradas con la etiqueta Trippin. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Trippin. Mostrar todas las entradas
5.3.11
15.12.09
Me enamoré...
Después de haber terminado mi relación con el "amor de mi vida", pensé que jamás me iba a volver a enamorar, pero afortunadamente me equivoqué pues, 53 días después de que se derramaran las lágrimas, lo conocí.
El 15 de noviembre fue como cualquier otro día, abrí mis oídos a las 6:05 con la canción de Time de Pink Floyd, que tengo como alarma; luego, a las 6:44 abrí los ojos y segundos más tarde Bach, con su preludio para cello , terminó por despertarme.
Cuando finalmente me resigné que ese no era un día de asueto, me paré de la cama y, terminada mi rutina mañanera, partí al trabajo.
Desayuné un muffin de plátano con nuez, revisé muchísimos correos electrónicos, algunos los respondí, otros simplemente los ignoré; preparé el newsletter para el día siguiente; pedí, revisé y edité artículso de belleza y moda; revisé el facebook y exacatamente a las 14 horas bajé a comer con un amigo.
La comida no estuvo buena, nos sirvieron unas milanesas de res muy grasosas y mal hechas, pero el agua natural de naranja que nos hicieron opacó aquel terrible sabor del plato fuerte. Acompañamos nuestra fresca agua de naranja con un par de cigarrillos, mientras platicábamos. A las 15 horas volvimos a la rutina laboral.
Luego de volver a revisar algunos correos, seguir organizando, editando, posteando y planeando, a las 17 horas apagué mi computadora y partí hacia la libertad junto con mi amigo quien, por cierto, me dio un aventón a Reforma. En lo que llegué a mi destino, platicamos acerca de lo chingón que es escuchar una canción que nos gusta y perder la noción del tiempo y del espacio para dejarnos llevar por el sonido. Fumamos un poco, me despedí y me bajé del auto.
Caminé hasta llegar a la parada del camión, pero antes, me detuve en un puesto de revistas para cambiar la única moneda de 10 pesos que tenía, y como ahora esos camiones ya no dan cambio, me rehusé a regalarles mis 10 pesos y preferí comprar unas Halls de fresa, para eso del aliento fresco.
Un minuto después llegó el camión y dos minutos luego ya estaba sentada en el primer asiento de lado izquiero del autobus.
Mientras escuchaba el Adagio molto e cantable de la sinfonía #9 de Beethoven, el caminión se detuvo y fue en ese preciso momento cuando volteé por la ventana y lo ví.
Es mayor o no sé si lo ha tratado tan mal la vida, sin embargo, su piel rugosa, su look descuidado y las texturas que su piel al unirse con la luz formaban, hicieron que me enamorara de él.
Seguramente si les contara esto a mis amigos me dirían que sufro del Complejo de Electra, pues él es mayor, mucho mayor que yo pero, ¿saben una cosa? ¡Me vale!
Caundo lo vi pensé en bajarme del camión, pero no tuve el valor para correr y abrazarlo y contemplarlo, pero ¡cómo disfruté haber posado mis ojos sobre él!
Sus colores, su textura, su escencia, su experiencia, todo, todo me enamoró. El ansia invadió mi cuerpo; el estómago me empezó a doler (me entró ese dolorcito placentero que muchos nombran "mariposas en el estómago"), mis manos empezarona sudar, en resumidas cuentas: quedé infatuada.
El camión arrancó y tuve que dejarlo ir. Espero volver a verlo y ahora sí poder acercame a él, contarle mis sueños y que él me cuente las mil y un historias que conoce. Mientras tanto, sigo pensando en él.
¿Les mencioné que me enamoré de un árbol?
P.S. Esta historia, de ficción, no tiene ¡nada!
El 15 de noviembre fue como cualquier otro día, abrí mis oídos a las 6:05 con la canción de Time de Pink Floyd, que tengo como alarma; luego, a las 6:44 abrí los ojos y segundos más tarde Bach, con su preludio para cello , terminó por despertarme.
Cuando finalmente me resigné que ese no era un día de asueto, me paré de la cama y, terminada mi rutina mañanera, partí al trabajo.
Desayuné un muffin de plátano con nuez, revisé muchísimos correos electrónicos, algunos los respondí, otros simplemente los ignoré; preparé el newsletter para el día siguiente; pedí, revisé y edité artículso de belleza y moda; revisé el facebook y exacatamente a las 14 horas bajé a comer con un amigo.
La comida no estuvo buena, nos sirvieron unas milanesas de res muy grasosas y mal hechas, pero el agua natural de naranja que nos hicieron opacó aquel terrible sabor del plato fuerte. Acompañamos nuestra fresca agua de naranja con un par de cigarrillos, mientras platicábamos. A las 15 horas volvimos a la rutina laboral.
Luego de volver a revisar algunos correos, seguir organizando, editando, posteando y planeando, a las 17 horas apagué mi computadora y partí hacia la libertad junto con mi amigo quien, por cierto, me dio un aventón a Reforma. En lo que llegué a mi destino, platicamos acerca de lo chingón que es escuchar una canción que nos gusta y perder la noción del tiempo y del espacio para dejarnos llevar por el sonido. Fumamos un poco, me despedí y me bajé del auto.
Caminé hasta llegar a la parada del camión, pero antes, me detuve en un puesto de revistas para cambiar la única moneda de 10 pesos que tenía, y como ahora esos camiones ya no dan cambio, me rehusé a regalarles mis 10 pesos y preferí comprar unas Halls de fresa, para eso del aliento fresco.
Un minuto después llegó el camión y dos minutos luego ya estaba sentada en el primer asiento de lado izquiero del autobus.
Mientras escuchaba el Adagio molto e cantable de la sinfonía #9 de Beethoven, el caminión se detuvo y fue en ese preciso momento cuando volteé por la ventana y lo ví.
Es mayor o no sé si lo ha tratado tan mal la vida, sin embargo, su piel rugosa, su look descuidado y las texturas que su piel al unirse con la luz formaban, hicieron que me enamorara de él.
Seguramente si les contara esto a mis amigos me dirían que sufro del Complejo de Electra, pues él es mayor, mucho mayor que yo pero, ¿saben una cosa? ¡Me vale!
Caundo lo vi pensé en bajarme del camión, pero no tuve el valor para correr y abrazarlo y contemplarlo, pero ¡cómo disfruté haber posado mis ojos sobre él!
Sus colores, su textura, su escencia, su experiencia, todo, todo me enamoró. El ansia invadió mi cuerpo; el estómago me empezó a doler (me entró ese dolorcito placentero que muchos nombran "mariposas en el estómago"), mis manos empezarona sudar, en resumidas cuentas: quedé infatuada.
El camión arrancó y tuve que dejarlo ir. Espero volver a verlo y ahora sí poder acercame a él, contarle mis sueños y que él me cuente las mil y un historias que conoce. Mientras tanto, sigo pensando en él.
¿Les mencioné que me enamoré de un árbol?
P.S. Esta historia, de ficción, no tiene ¡nada!
4.6.09
Un trippy ciclista por la Roma
Todo comenzó como a las cuatro de la tarde, cuando Alex y yo empezamos a ver Baraka (Ron Fricke, 1992), media hora despúes, y ya bien entrados en la peli, llegí Karim con su bici, listo para empezar nuestro "viaje" psicodélico por la ciudad, cortesía de Albert Hoffman,
Terminamos de ver la peli, pues cada imagen es tan buena, tan significativa y tan bella, que es innevitable dejarla a medias. Entre el humo del tabaco decidimos que era buen momento para comernos a Alfredo. Sabía "agarroso".
Cuarenta y cinco minutos después -supongo, pues no uso reloj- me empezó a hacer efecto ¿Cómo lo supe? Porque se me marcó una sonrisa peculiar en mi rostro y todo, absolutamente todo, lo empecé a ver con nuevos ojos, como si de pronto, me hubiera puesto unas gafas de la felicidad y la belleza.
Después de terminar la peli decicmos salir a andar en bici, disfrutando al máximo del mismo viaje que años antes habría realizado el mismo Hoffman sobre las dos ruedas de una bicicleta.
Pensè que iba a ser difícil mantener el equilibrio, pero no fue así. Cruzamoz Av. Chapultepec y nos adentramos en la Condesa para ir por un helado de la Roxy. Llegar hasta ahí fue eterno y rápido a la vez. Sentía que volaba entre los árboles y que mi cuerpo no estaba ahí aunque mis piernas seguieran pedaleando. Todo fluia tan natural como cuando se unta mantequilla en un pan.
Debo admitir que la multitud que estaba en el Roxy me incomodó un poco, aunque sólo fue por un segundo, pues no le presté tanta importancia -obviamente-. Pedimos tres enormes helados dobles en cono, el mío era de plátano con mamey... un verdadro manjar. Ingenuamente, pensé que no me lo iba a podr acabar, pero en lo que "cantó un gallo" se terminó.
Tomamos camino a la Roma
Después de un par de vueltas, ecnontramos el camino perfecto para ir a dar el rol a la hermosa Colonia Roma, vimos muchos edificios muy lindos, incluso cruzar por Insurgentes fue hermoso, aunque un poco difícil, pues todo se movía cual agua. Me pregunto què habrá sentido Hoffman en su paseo en bici. Creo que se hubiera asustado si hubiera estado en la Ciudad de México, pues aquí la cosa está más que rusheada.
Buscamos un edificio que a Alex y a mi nos encanta, luego decimimos ir por unas cervezas y después ir a tomar un turco y fumar un cigaro.
Nos perdimos un rato y fue de risa loca. La experiencia de perderse en lugares que conoces a la perfección te hace entender que en realidad no sabesmos nada, ni siquiera en dónde se está parado o hacia dónde se va.
Llegamos a la Belga, y no es que quiera que me mal interpreten, pero es que así se llama el local de cervezas de importanción que se encuentra en Querétaro casi esquina con Orizaba. Mis acompañantes del rol pidieron dos cervezas inglesas, yo, escogí una pequeña botella de cerveza belga llamada Ber-Bar... muy bárbara para mí.
Fuimos por el turco, y no precisamente para platicar con él, sino para bebernoslo... fue un rato muy tranquilo... los árboles de la calle de Orizaba no cesaban de respirar e inlcuso el asfalto les hacía compañía. Un vaivén inolvidable.
Las gotas empezaron a caer y fue hora de volver a la casa para tomar las cervezas, conversar, compartir un "toquecito" y cubrirnos de la lluvia.
La estadía en la casa fue divertida y amena y para no dejar solo a aquel humo que cubría la habitación, destapamos las cervezas. Hacía años que no me tomaba una cheve tan cara y tan como aquella.
Elvis nos acompañó con un poco de su música, razón por la que decimimos bautizar a ese momento.
Poco después o mucho... o qué se yo... decimos volver a salir con ánimo bicicletero. Fue intenso, pues las luces eran más brillantes y todo era muchísimo más rusheado. Debo admitir que me dio un poquitín de miedo.... pero como toda una guerrera... ¡Sobreviví!
Y así la noche siguió en un forever que nos llevó hasta una fiesta al sur de la Ciudad y nos llevó de vuelta sanos y salvos a nuestras casas antes del amanecer con las últimas ráfagas de piscodélia.
Terminamos de ver la peli, pues cada imagen es tan buena, tan significativa y tan bella, que es innevitable dejarla a medias. Entre el humo del tabaco decidimos que era buen momento para comernos a Alfredo. Sabía "agarroso".
Cuarenta y cinco minutos después -supongo, pues no uso reloj- me empezó a hacer efecto ¿Cómo lo supe? Porque se me marcó una sonrisa peculiar en mi rostro y todo, absolutamente todo, lo empecé a ver con nuevos ojos, como si de pronto, me hubiera puesto unas gafas de la felicidad y la belleza.
Después de terminar la peli decicmos salir a andar en bici, disfrutando al máximo del mismo viaje que años antes habría realizado el mismo Hoffman sobre las dos ruedas de una bicicleta.
Pensè que iba a ser difícil mantener el equilibrio, pero no fue así. Cruzamoz Av. Chapultepec y nos adentramos en la Condesa para ir por un helado de la Roxy. Llegar hasta ahí fue eterno y rápido a la vez. Sentía que volaba entre los árboles y que mi cuerpo no estaba ahí aunque mis piernas seguieran pedaleando. Todo fluia tan natural como cuando se unta mantequilla en un pan.
Debo admitir que la multitud que estaba en el Roxy me incomodó un poco, aunque sólo fue por un segundo, pues no le presté tanta importancia -obviamente-. Pedimos tres enormes helados dobles en cono, el mío era de plátano con mamey... un verdadro manjar. Ingenuamente, pensé que no me lo iba a podr acabar, pero en lo que "cantó un gallo" se terminó.
Tomamos camino a la Roma
Después de un par de vueltas, ecnontramos el camino perfecto para ir a dar el rol a la hermosa Colonia Roma, vimos muchos edificios muy lindos, incluso cruzar por Insurgentes fue hermoso, aunque un poco difícil, pues todo se movía cual agua. Me pregunto què habrá sentido Hoffman en su paseo en bici. Creo que se hubiera asustado si hubiera estado en la Ciudad de México, pues aquí la cosa está más que rusheada.
Buscamos un edificio que a Alex y a mi nos encanta, luego decimimos ir por unas cervezas y después ir a tomar un turco y fumar un cigaro.
Nos perdimos un rato y fue de risa loca. La experiencia de perderse en lugares que conoces a la perfección te hace entender que en realidad no sabesmos nada, ni siquiera en dónde se está parado o hacia dónde se va.
Llegamos a la Belga, y no es que quiera que me mal interpreten, pero es que así se llama el local de cervezas de importanción que se encuentra en Querétaro casi esquina con Orizaba. Mis acompañantes del rol pidieron dos cervezas inglesas, yo, escogí una pequeña botella de cerveza belga llamada Ber-Bar... muy bárbara para mí.
Fuimos por el turco, y no precisamente para platicar con él, sino para bebernoslo... fue un rato muy tranquilo... los árboles de la calle de Orizaba no cesaban de respirar e inlcuso el asfalto les hacía compañía. Un vaivén inolvidable.
Las gotas empezaron a caer y fue hora de volver a la casa para tomar las cervezas, conversar, compartir un "toquecito" y cubrirnos de la lluvia.
La estadía en la casa fue divertida y amena y para no dejar solo a aquel humo que cubría la habitación, destapamos las cervezas. Hacía años que no me tomaba una cheve tan cara y tan como aquella.
Elvis nos acompañó con un poco de su música, razón por la que decimimos bautizar a ese momento.
Poco después o mucho... o qué se yo... decimos volver a salir con ánimo bicicletero. Fue intenso, pues las luces eran más brillantes y todo era muchísimo más rusheado. Debo admitir que me dio un poquitín de miedo.... pero como toda una guerrera... ¡Sobreviví!
Y así la noche siguió en un forever que nos llevó hasta una fiesta al sur de la Ciudad y nos llevó de vuelta sanos y salvos a nuestras casas antes del amanecer con las últimas ráfagas de piscodélia.
14.2.07
Manadas
Para este soleado día pensaba escribir sobre el 14 de febrero, el amor o contar la historia de nuestro amigo San Valentín, pero es algo tan común que prefiero leer otros blogs de opinión -como este- en los que puedo encontrar todo sobre el "Día del Amor y la Amistad". Hoy les quiero contar sobre un lugar el cual había olvidado por completo, El zoológico de Chapultepec
Las rejas de Chapultepec, las rejas de chapultepec, son verdes son verdes no más para usted.
Las rejas de Chapultepec, las rejas de chapultepec, son verdes son verdes no más para usted.
Efectivamente así son y me halaga saber que son verdes para mi, en fin. Mi paseo por este lugar fue interesante, vi muchas cosas y pude caminar un poco en lugar de estar sentada en un café o en un carro o en el metro.
Ví a montones de niños riendo, gritando y llorando y padres riendo, gritando y llorando, en ese momento me di cuenta que los niños y los adultos no son tan diferentes después de todo. También vi el lago, las lanchitas -a muy bien precio la renta-, regalos pal niño y pa la niña, millones de dulces, tortas de dudosa prodecencia, algodones de azúcar de colores y millones de pompas de jabón que me hacen querer volar.
La entrada al zoo es otro tema. La gente parece un poco dispersa, se queda ahi parada en la entrada esperando sabe Dios qué y los polis que están para ayudar se quedan ahí paraditos platicando ignorando el embotellamiento peatonal. Cuando uno logra entrar todo es diferente, la gente camina un poco más rápido, de hecho me percaté que como manada nos manejamos mejor, ya que la circulación es eficiente.
En cuanto a nuestros amiguines los animales no puedo decir mucho, ya que la mayoría estaban escondidos o guardados o no sé dónde, pero tuve la oportunidad de ver a camellos, hipopótamos, montones de cuadrúpedos con cuernos, pajaritos y pájarotes, familias de humanos cambiando el pañal en mero piso a su cría, perros de las praderas, una parejita de adolescentes calenturientos a punto de la hermosa imagen de fornicación y un enorme elefante.
No aguanté mucho estar en el zoológico, porque en realidad la gente es mucha, el camino largo, y por la hora que era ya estaba cerrando el lugar. De todas formas disfruté mi visita y pude recordar porqué razón no había vuelto al zoológico y por el mismo motivo no regresaré hasta dentro de mucho tiempo. Poco a poco dejamos la selva, la sabana, el desierto, los bosques, para regresar a nuestro habitat natural, todo un mundo diferente y menos civilizado que el que vi en el zoo.
Dejé las rejas de Chapultepec atrás, agradeciendo por este hermoso día y disfrutando de una bella exposciión de fotografías de nuestro hermoso país, México, en donde uno puede ver a través de imágenes magníficas, la grandiosa variedad de paisajes, vegetación animales y gente que tenemos y que no valoramos.
Recomendable para ir con la pareja. El gasto es mínimo ya que la entrada a la expo y al zoo es gratis. Las pompas de jabón cuestan únicamente 10 lanitasal igual que los chescos, en su mayoría al tiempo.
Buen recorrido para estirar las piernas y ver más árboles de los normales. En contra: la cantidad de gente que asiste.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)