Existen momentos en los que nuestro hogar no significa nada, la familia molesta, la cama es la misma, a veces no paramos de quejarnos, pero lo interesante es ver el momento en que esa casa llena de recuerdos, donde se creció, donde se vivió con los padres, de un momento a otro desaparece.
Ese momento en donde uno toma su camino para no volver más es crítico. Sea cual sea la causa, el hecho de partir lejos, de ser uno y no más, de tomar la vida y ser responsables de sí mismo es algo que jamás se olvida.
Para algunos marchar es algo que no vivirán en un largo tiempo, para otros es una experiencia que tuvieron que pasar a muy corta edad, pero en definitiva el instante de encaminar la vida hacia otra dirección es fuerte, los sentimientos se revuelven, todo es surrealista, los colores, las imágenes, los comentarios, la forma en que las cosas se dan y cambian. Lágrimas y risas. No se sabe ni qué pensar, la emoción por lo nuevo, por la independencia, por lo desconocido es de lo mejor, pero esa otra parte, la parte que nos molestaba cuando estábamos en casa nos duele y la extrañamos aún sin partir. Esos regaños, esa comodidad de la habitación, una persona que te diga buenas noches son cosas que hacen un nudo en la garganta, al menos para mí.
Sólo Dios sabe que pasará mañana, mientras tanto, vuelvo con usted mi estimado lector.
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