Prueba

4.3.11

Un simple cuento

"Vintage floral"
By Wendy Froshay
Había una vez, hace muchos años, tantos que ni siquiera vale la pena contarlos, un hombre que buscaba vivir plenamente para morir feliz.

En el jardín donde pasaba sus días y sus noches encontró a una flor con la que vivió feliz durante muchos años. Juntos compartieron soleadas primaveras y amargos inviernos. Un día, aquel hombre se cansó de no poder recorrer el mundo porque quería tanto a aquella flor que no podía dejarla en el jardín mientras él partía hacia lo desconocido.

El árbol más viejo del jardín envolvió al hombre entre sus ramas y lo llevó hasta la cima de su verde follaje. Ahí, en las alturas el viejo y sabio árbol le dijo que para vivir feliz y plenamente lo único que necesitaba era amor e ingenio. Le reveló que de no ser por el ingenio él habría muerto hace muchos años, pero que una tarde, cuando se sintió amargamente solo, se las ingenió para convencer al viento que le ayudara a encontrar compañía, a cambio él le daría aromáticas fragancias cuando rozara su follaje. El viento aceptó y corrió fugaz por las praderas hasta que encontró un nido abandonado con dos pájaros recién nacidos, los tomó entre sus brazos y se los llevó al viejo árbol. Desde ese momento, el árbol jamás se volvió a sentir solo, sus ramas reverdecieron de amor y todos los habitantes del jardín bailaron gracias al melodioso canto de aquellas aves.

El viejo y sabio árbol le recomendó al hombre poner a la flor en una maceta para que puediera llevarla con él si tanta era su necesidad de ver el mundo. Sin dudarlo dos veces, el hombre tomó a la flor y juntos se despidieron del jardín para recorrer y descubrir las dulces delicias del mundo.

El mundo era muy grande y había que caminar mucho para poder recorrerlo. Después de varios años, el hombre se cansó de llevar cargando a la flor entre sus manos, pues no tenía la libertad para hacer todo lo que él quería hacer. Pensó durante meses, hasta que logró convencer a la flor que era mejor que ella se quedara sembrada en un inmenso y bello prado para que reposara tras el largo viaje; la flor aceptó la propuesta por el amor tan grande que le tenía.

El hombre se sintió libre y feliz. Le gustaba no estar atado a la flor y disfrutaba poder tocar con sus manos vacías todo lo que en el camino se le cruzara, como el pasto, la tierra, el agua y el viento. Un día se encontró a una mariposa; él jamás había visto a una tan bella y tan llena de colores, y la mariposa nunca había había visto a un hombre; ambos sintieron que explotaban de felicidad. El hombre invitó a la bella mariposa a recorrer el mundo con él y ella aceptó al instante. Él disfrutaba de la compañía de ella, pues extrañaba los días en que la bella flor lo acompañaba y las noches cuando, bajo la luz de la luna, le contaba sus más profundos sentimientos. La mariposa le brindaba al hombre esa compañía y al mismo tiempo la libertad. 

Pasaron muchos años más, y el hombre poco a poco se fue cansando de la libertad de la mariposa, él quería que lo necesitaran y se acordó de la flor del jardín que había dejado plantada en un prado. Hacía mucho tiempo que no pensaba en ella, en su aroma, y tampoco en el jardín donde la conoció. Se acordó también del viejo y sabio árbol que le había dicho que todo era cuestión de ingenio.  Él no quería deshacerse de la mariposa porque lo hipnotizaban sus colores y su vuelo, pero quería volver a cuidar a la pequeña flor, así que la convenció para que lo acompañara. Se tardaron varios años en encontrar el camino de vuelta hacia el prado. Cuando por fin llegaron no encontraron a la flor; algunos árboles, pájaros y plantas le dijeron que se había muerto de tanto esperar a un hombre que iba a regresar por ella para seguir recorriendo el mundo, pero la falta de agua, de caricias y de dulces palabras la fueron debilitando hasta que se marchitó.

El hombre se sintió sumamente triste y deseó profundamente regresar al jardín donde pertenecía; la mariposa lo acompañó, pero no logró llegar hasta su destino final, pues en el camino una fuerte ráfaga de viento la apartó del hombre.

Cuando él, solo y desolado llegó por fin al jardín, el viejo y sabio árbol le preguntó cómo era vivir la vida plenamente y qué dulces delicias le había ofrecido el mundo. El hombre no pudo recordar ninguno de los paisajes que vio, ni todas las experiencias de las que fue testigo, porque se sentía triste y solo despúes de haber perdido a la flor que se marchitó y a la mariposa que voló.

El hombre le contó al árbol lo que había pasado, y el viejo y sabio árbol le preguntó porqué no había utilizado el ingenio y el corazón cuando se cansó de cargar a la flor buscando una bolsa para que no tuviera las manos ocupadas, en vez de plantarla y buscar a un reemplazo como una mariposa, que tiene alas para volar y es tan frágil, que el viento más sutil puede conquistarla y llevarla entre sus brazos con una simple caricia.

El árbol le explicó que con el amor y el ingenio no era necesario salir a recorrer el mundo para sentirse vivo y morir feliz. Él había descubierto -a través de los años- que lo importante era abrir el corazón ante cada circunstancia y que esa era la delicia de la vida. Le contó que había sido testigo de la vida gracias a los pájaros que habitaban en su follaje; que había visto los más hermosos atardeceres y había reparado que las lunas más bellas eran las que acompañaban al maduro otoño; finalmente, le dijo que se había percatado, aunque no conociera el mundo entero, que el hombre era el ser al que más trabajo le costaba darse cuenta de la majestuosidad, pues nunca estaba satisfecho ni dispuesto a sacrificar nada, pues cuando tuvo la compañía de la flor, quiso la libertad, y cuando logró esa libertad, añoró sentirse indispensable.

El viejo y sabio árbol le contó que aunque se sentía felizmente acompañado por los pájaros y su soledad había cesado, también era difícil ser la morada de ellos, porque en ocasiones era víctima de picotazos y que los días de tranquilidad y serenidad se habían esfumado, pero que al final de cada jornada se daba cuenta que para vivir plenamente y morir feliz era necesario ingeniarselas para hacer más fácil el camino, aunque no se tengan piernas para andar,  y amar, pero que para eso era necesario sacrificarse.



1 comentario:

Anónimo dijo...

me gusta tu blog. no dejes de publicar seguido que te seguiré