Cuando pisé El Cairo, hace cuatro meses, una de las cosas que más me sorprendió fue que, a pesar de los millones de personas que habitan en esta caótica urbe muy parecida a la Ciudad de México, me sentía segura al transitar por sus calles.
La mayoría de personas que fui conociendo en el camino de esta travesía me decían que esta era una ciudad segura, pero que tuviera mis precauciones. Hoy todo es diferente, de un momento a otro la inseguridad reina, el descontrol y la desconfianza se apoderaron de esta antigua y mítica metrópoli.
Quienes han logrado hablar conmigo luego de que la comunicación telefónica se reestableció y de que logré conectarme a internet me han preguntado cómo es que he vivido esta semana en la que la ciudad ha sido víctima de la extrema violencia, causada por un régimen casi dictatorial que el pueblo anhela sea derribado.
Y yo sólo les digo que puedo contarles mi historia con las impresiones que he recibido detrás de una ventana, desde donde tomé un par de fotos que aquí muestro.
El 25 de enero, "Día de la Policía", y por tanto día festivo en el país, no salí de la residencia para extranjeras musulmanas en donde vivo actualmente, porque algunos conocidos egipcios comentaron que iban a haber manifestaciones en las que expresarían su molestia contra el cuerpo policíaco, que ha maltratado a muchos locales durante años y en contra del gobierno que los respalda.
No me sorprendí por las protestas, en México cada tercer día algún grupo sale a manifestarse para hacer valer sus derechos.
Viridiana Mirón (Hafiza) © |
Al día siguiente, me enteré que la policía había maltratado a muchos de los protestantes y que el evento se había tornado peligroso. No salí de la residencia, y al siguiente día tampoco, pues en los pasillos algunas estudiantes opinaban que era preferible resguardarse aunque la zona en la que vivimos fuera segura.
El viernes, jóvenes, estudiantes, padres de familia, y todos aquellos hombres que están cansados de un gobierno que no brinda seguridad, orden, limpieza y que ofrece salarios mínimos de 300 libras egipcias (alrededor de 750 pesos mexicanos) se reunieron para seguir manifestándose, pidiendo un cambio de gobierno, a pesar de que se habían prohibido explícitamente las protestas masivas.
Para ese momento las líneas telefónicas había sido suspendidas y nadie podía lograr tener conexión a internet. Quienes no tenían una televisión para ver las noticias, como fue mi caso, no pudieron saber qué era lo que pasaba y cuál iba a ser el desenlace de estos sucesos.
El caos empezó a reinar en la ciudad, o al menos en ciertas zonas, entre ellas Mukattam, donde vivo.
Protestantes llegaron a la zona y para el día sábado habían designado un toque de queda a las cuatro de la tarde, pues como la policía ya no estaba activa en las calles, se esperaban actos vandálicos.
Las personas corrieron preocupados a los mercados y supermercados para abastecerse con víveres, pues la situación del país era incierta y no se sabía cuándo iba a terminar.
El precio de productos como el jitomate subió, y empezó a escasear el pan y las tarjetas telefónicas. Al anochecer grupos de hombres se organizaron para cuidar las calles y evitar robos y saqueos a hogares particulares, pues había rumores de que algunos edificios habían sido invadidos por delincuentes.
Para ese momento y con muy poca información, en lo único que podía pensar era en el pueblo egipcio y la unión que en casos de urgencia nace.
No conozco otros países y culturas, pero hay que admitir que los egipcios son gente muy amable, hospitalaria y ahora sé también que sus hombres, o al menos lo que me ha tocado ver en las calles son valientes y dispuestos a cuidar la seguridad de sus mujeres y de luchar por las injusticias de las que han sido víctimas por tanto tiempo. ¡Cuánto hartazgo han de sentir para protestar hasta que logren su objetivo!
Para el domingo, 31 de enero, el tema de la seguridad era cada vez peor, la noche anterior se habían escuchado disparos y tanques con militares recorrían las calles, desde mi ventana pude ver dos de ellos. Las llamadas de familiares angustiaban a las estudiantes de países como Indonesia y Jordania.
Viridiana Mirón (Hafiza) © |
El lunes a primera hora muchas de las chicas de la residencia partieron para sus países angustiadas por la situación. Esa misma tarde una estudiante chilena con la que comparto habitación recibió una llamada de su Embajada informándole que los chilenos que quisieran salir del país dadas las circunstancias iban a ser evacuados.
Al escuchar esto yo sólo esperaba poder tener acceso a un teléfono para comunicarme con la Embajada de México en El Cairo, para saber qué medidas iba a tomar el país respecto a esta situación.
A la mañana siguiente pude comunicarme a la Embajada, donde los encargados, amablemente, me informaron que el día miércoles un grupo de connacionales iban a ser evacuados del país hacia Atenas y de ahí a México. Me anoté en la lista, preparé una pequeña maleta y después de valorar mi situación decidí quedarme en El Cairo.
Los tiroteos nocturnos cesaron, aunque las manifestaciones continuaron y los enfrentamientos entre los protestantes en contra del gobierno del presidente Hosni Mubarak y quienes lo apoyan hicieron que la situación siga delicada y en alerta.
Hasta el momento la mayor parte de las estudiantes que habitan la residencia han volado a sus países, las calles siguen vigiladas con taques militares y los comercios han vuelto a abrir sus puertas.
El transporte público sigue en funcionamiento, se reestableció la conexión a internet y la gente puede salir segura a comprar lo necesario para poder seguir adelante.
La situación es incierta, y a pesar del caos no todos los residentes del país corren peligro. Sólo Dios sabe qué va a pasar en los días que vienen, pero no cabe duda que la vida continúa. Todos seguimos en el camino, ya sea en medio del caos de Egipto, o con guerras, ciclones, terremotos o hambruna. Hoy países como Túnez, Egipto o Jordania están luchando por una revolución necesaria; hay quienes pelean por territorios y otros más por llevar un pan a la mesa. Así es la historia del hombre, así es la naturaleza de la humanidad.
No cabe duda que desde la ventana de una residencia para chicas musulmanas o a través de un televisor el mundo entero está siendo testigo de un momento histórico.
Espero que todos, desde su propia realidad, puedan reflexionar acerca de estos acontecimientos y lo que se ve no quede como un simple suceso que quedará registrado en algún libro de texto.
¡OH VOSOTROS que habéis llegado a creer! Buscad ayuda en la paciencia y en la oración pues, ciertamente, Dios está con los que son pacientes en la adversidad.(Quran 2:153)
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